EL ADIÓS A UN ÍCONO



  La semana pasada ocurrió un hecho que cimbró a toda Chapala: la Cúpula del Trueno, también conocida como la Iglesia de la Bola, comenzó la demolición de la estructura metálica. Lo que antes fue un referente para todos los foráneos que llegaban (a quienes se les ubicaba como “allá por la iglesia de la bola”) ahora es sólo medio domo con un montón de chatarra aplastada. Lo que solía ser un gran monumento a la ineptitud ahora es sólo ineptitud sin monumento, ¿por qué no continuaron la construcción desde muchos años antes en lugar de demolerla? Más allá de si la varilla estaba oxidada, los mexicanos sabemos perfectamente que todo sirve para algo, incluso si no fue diseñada para eso.

  En mi entrada anterior di varios posibles usos para la estructura (desde una plaza para rodeo hasta un globo de la muerte para las motocicletas), pero parece que a los administradores de la Parroquia les hace falta imaginación, porque en lugar de usar el domo metálico para algo útil decidieron tumbarlo para el kilo. Peor aún, según la página Laguna Prensa, “con el comienzo de la demolición y el retiro de la estructura, se pretende realizar la construcción de espacios para jóvenes y grupos parroquiales”. O sea que aparte de quitarla, ahora va a ser un lugar donde engloben a los chicos pascua y rondalleros. ¡Vamos a la chingada!

  La chichi de Chapala, que nutría a sus habitantes con su pezón erguido, ahora parece un implante de seno extirpado; nuestra amada colonia dañada por baches, vandalismo, narcos y basura, ahora sufre también una masectomía. Atrás quedaron los tiempos donde uno veía el testículo gigante desde arriba del puente de Medexx poniéndose junto al sol en los atardeceres. Lejos quedaron los sueños de gloria del padre Lupe y las ilusiones de combates post apocalípticos del dañado padre Polo, con el derrumbe del domo de la muerte se derrumba también la juventud de muchos de nosotros.

  En fin, que lo único que queda es decirle adiós a este monumento de Chapala, donde se realizarían las peleas épicas entre sacerdotes en la futura Pololandia, lo cual nos recuerda lo falsas que resultaron ser sus profecías. Lo que sí logró este monumento a la estupidez durante estos 23 años es darle combustible a los protestantes y ateos para que sigan diciendo que la Iglesia es de ratas. Bien hecho, cabezas de pito.

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